El otro día asistí a una reunión bastante jugosa en la que se pusieron a debate
muchas cuestiones sobre las que poder empezar a construir el futuro del negocio
corchero sanvicenteño, y por extensión, el extremeño.
De entro todo lo hablado, aparecieron algunos temas
colaterales de gran interés, en los que no quise participar en el debate por
aquello de no desviar demasiado la atención de los puntos claves que se estaban
tratando.
Uno de ellos estaba referido a la labor como garante
del aseguramiento de Calidad del sistema de auditorías SYSTECODE, hoja de ruta
sobre el que las empresas corcheras han construido un modelo de garantía de
calidad.
En un debate en el que se estaba defiendo la
necesidad de capacitar a las empresas en aquello que tiene que ver con la
competitividad en los mercados, era inevitable que no saliese ese tema a
colación.
Desde la administración se achacaba en cierta manera
la falta de compromiso en este aspecto por parte de las empresas, puesto que
muchas de ellas habían abandonado el sistema de certificaciones por cuestiones
diversas.
Sobre este tema, que da para debatir horas y horas en
cuanto a las virtudes y no virtudes del modelo, entiendo que conviene aclarar
un aspecto básico, por un lado, la naturaleza de “la norma” de calidad sobre el
que se asienta el modelo, es decir, el código internacional de prácticas
taponeras, y por otro, el sistema de auditorías.
En cuanto al primero de los elementos, es claro y
notorio que su desarrollo ha sido uno de los avances más importantes llevados a
cabo dentro del negocio en los últimos veinte años, sobre todo de cara a
erradicar el famoso problema de la contaminación por organoclorados (el famoso
TCA). Su uso, muy estandarizado desde que apareciese, ha permitido atenuar uno
de los problemas más graves con los que ha tenido que luchar el negocio. Las
prácticas que en él se incluyen han sido progresivamente aceptadas por las
empresas corcheras, en algunos casos de forma explícita, por aquello de su
exigencia directa tanto por clientes como por el propio sistema de auditorías
de certificación (SYSTECODE), pero también de forma tácita, derivado del
aprendizaje por parte de aquellas empresas no miembros de la “red systecode”,
las cuales han asumido de forma indirecta y progresiva esa manera de trabajar,
u otras, quienes a pesar de que han dejado de creer en el sistema, ya han
incorporado de forma natural buena parte de las buenas prácticas descritas.
Por cierto, esta manera de transmisión de
conocimiento entre el aprendizaje codificado (el reglamentario) y el tácito (el
tradicional), es un buen ejemplo de los síntomas de los distritos industriales.
No estamos tan lejos pues de nuestro objetivo.
Otra cosa bien distinta es el modelo de certificación
SYSTECODE.
Para poder valorar el sistema es necesario conocer
otros modelos similares en su esencia o idea, como pueden ser los sistemas ISO
9000. Otro aspecto que enriquece en la adquisición de un juicio crítico, (para
esto y para todo en la vida), es la experiencia.
Humildemente, creo que puedo aportar algo en los dos
aspectos.
En base a estos “inputs”, debo indicar que mi visión
sobre el sistema de auditorías systecode no es muy positiva:
Se trata de un modelo opaco y no abierto a la
sociedad, justamente lo opuesto a lo que debería ser. Argumento esta opinión en
base a varias características particulares:
-Al sistema de certificación solo tiene acceso una
única empresa de certificación acreditada a nivel mundial (en este caso
Bureu-Veritas), lo cual limita el grado de construcción de mejoras en base a la
puesta en común de aportaciones. Los modelos ISO son un claro ejemplo de lo
contrario. El número de empresas certificadoras que pueden entrar en el sistema
no está acotado, y esto refuerza su imagen, y sobre todo, su funcionamiento.
-Este “aislamiento técnico” queda de manifiesto también
en el equipo de profesionales que valora el cumplimiento de la norma, con un
auditor específico que es exclusivo de la OCA Bureau-Veritas, y el “experto”,
solo vinculado a un cierto número de personas que eligen los organismos
“reguladores” del sistema. Es muy difícill tener acceso a profesionales externos, aunque sean
propuestos por las asociaciones de empresas (lo digo con conocimiento de
causa).
También debemos hablar de su falta de reconocimiento
por parte de los clientes finales. A pesar de la labor de Lobby de los
organismos internacionales relacionados con el corcho (estoy hablando fundamentalmente
de C.E Liége), no existe un conocimiento y reconocimiento generalizado.
Cualquier bodega reconocen mucho más un proveedor certificado en ISO 9000, ISO
22000 o BRC, por poner ejemplos de normas de reconocido prestigio
internacional.
Por último hemos de identificar en el sistema, los
mismos problemas de credibilidad que en otros modelos de certificación, en base a la importancia
del certificado por encima de las prácticas que en teoría se recogen en la
norma de referencia. En este sentido, en lo que a mi respecta, merece mucho más
respeto y credibilidad una empresa que trabaja con los cánones de calidad que
marca el código, aunque sea de forma tácita, que aquella empresa que “hace los
deberes” la semana antes de las auditorías.
En resumidas
cuentas, achacar la falta de compromiso con la calidad a la falta de fe en el
sistema de auditorías SYSTECODE es un argumento cuando menos discutible.
Mi humilde opinión.
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