El artículo que elaboré para el último número de la revista local de la ciudad del corcho, en dónde intento poner en debate un asunto que nos asusta mucho a algunos, la falta de competitividad del sector corchero sanvicenteño por el no control de la cadena vertical de los procesos, y que puede incluso condenarlo a su desaparición. Hay indicios que invitan a sospechar en cuánto a los movimientos de localización de núcleos del sector.
Hace tiempo que leí el último libro de uno de lo
sanvicenteños más ilustres que tenemos, el cuál además tengo la gran suerte de
conocer y además considerarlo amigo. Estoy hablando de Ignacio Morgado y la
obra “Cómo percibimos el mundo”.
En este trabajo divulgativo el autor consigue atrapar
y explicar de una manera muy amena y cercana los entresijos del funcionamiento
de ese órgano superior que es el cerebro, su relación con el mundo exterior y
de cómo nos permite tener percepción y consciencia
de lo que nos rodea, es decir, de lo que nos pasa.
De entre muchas cosas interesantes, en el libro se
describe cómo los sentidos pueden ayudar
a evocar recuerdos de la niñez y a ello le da un papel estelar el olfato. Inconscientemente
en ese momento, siguiendo las instrucciones que Ignacio evoca para que el lector haga suyos lo que en
el libro se cuenta mediante ejemplos prácticos (signo este de buen docente), intenté
hacer lo propio y busqué en mi registro algún tipo de aroma que pudiese yo asociar
con mi niñez. De entre todos mis recuerdos afloraron pensamientos sobre mi
etapa en el colegio. En aquellas mañanas frías de invierno cuándo salíamos al
patio durante el recreo dos olores saturaban la pituitaria de cualquiera de
nosotros: uno el del olor del pan recién hecho procedente de la panadería
cercana y el otro el del corcho cocido que embriagaba toda la atmósfera de la
localidad. Recuerdo que no pude más que esgrimir una ligera sonrisa que
denotaba cierto sentimiento de nostalgia pero acto seguido me invadió una dosis
de realidad que me hizo entristecer sobremanera. Y es que empiezo a temer que
mis hijos no puedan disfrutar de estas pequeñas cosas que hacen a nuestro
pueblo único dado su relación tan estrecha con esa materia prima tan trascendental
para nosotros.
Esta vez si. La situación es más que preocupante. No
se trata solamente de una campaña floja como ha habido otros años o ese
argumento pesimista sobre el futuro del sector corchero sanvicenteño que de vez
en cuándo ha recorrido nuestra localidad.
Yo me remito a los datos macroeconómicos para extraer
estas conclusiones. A pesar de que las cifras netas de exportaciones han subido
en el último año, la realidad es que esto no deja de ser más que una cortina de
humo en muchos casos maquillados por el incremento desmedido de las grandes
firmas.
Basta con mencionar la última noticia que apareció
publicado en el Diario Extremadura justamente cuándo preparaba esta
publicación. El citado medio se hizo eco de unos datos tremendamente positivos
del sector en el 2012, augurando una campaña prometedora para este año y
proclamando a los cuatro vientos que el corcho extremeño sale a flote.
Cuándo se hace un análisis detallado de los datos se
da cuenta que algo no casa. En primer lugar es información sesgada puesto que
no se describe el alcance del valor ponderal de las exportaciones (es decir si
es corcho crudo, en plancha, semitransformado y transformado) ni tampoco la
relevancia de las firmas en cada uno de ellos. Además de esto, algunos expertos
económicos justifican este repunte a la respuesta natural de una caída tan
abrupta como la ocurrida en 2009 y que para tener una idea más real habría que
comparar con datos del 2001 y 2002, últimos años de mayor bonanza.
Esto demuestra que el análisis de cualquier tipo de
indicador hay que hacerlo con muchas
reservas. Un ejemplo que yo siempre uso en mis clases para advertir de esto es
el caso de las tasas de mortalidad. Si nos basamos en el análisis de las tasas
brutas de una población, es decir, el número de fallecidos entre el total de la
población y comparamos entre dos países, uno subdesarrollado y otro del primer
mundo podemos llegar a extraer conclusiones incoherentes como es el hecho de
pensar de que la calidad de vida en una nación en vías de desarrollo es mejor
que en la que está desarrollado simplemente porque la tasa es más favorable.
Sin embargo si desglosamos esa tasa y empleamos ahora la tasa de mortalidad
específica por grupo de edad podemos concluir todo lo contrario ya que en el
caso de los países subdesarrollados la mortalidad infantil (indicador por
excelencia de la salud y por tanto de la calidad de vida de una población) es
mucho mayor.
La realidad y esto sí que son datos objetivos y
contrastados es que el sector corchero español no pasa por su mejor momento. No
así quizás sus alcornocales que siguen produciendo toneladas de materia prima
en Andalucía por ejemplo a pesar de que el sector corchero de esta región
prácticamente ha desaparecido. El caso catalán también es preocupante. Sus
grandes firmas han pasado a depender del gigante luso. ¿Y el caso del sector
extremeño, y en concreto el sanvicenteño? Nuestra realidad se asemeja quizás
más a Cataluña, al menos por ahora pero ¿Correremos la misma “suerte” que
Andalucía y pasaremos a ser productores de materia prima, una vez que los
vecinos lusos empiecen verdaderamente a considerar al sector preparador
extremeño como algo absolutamente prescindible?
La única esperanza a la que yo me aferro es que se
sabe cuál es la solución a nuestros males puesto que en algún momento de nuestra
historia tuvimos el control de nuestros
designios, y a eso llegamos por la especialización en la terminación. La guerra
civil y la postguerra así como el menor compromiso del Estado con respecto al
vecino Portugués (ojala hubiésemos tenido aquí la Junta Nacional da Cortiça), hizo que nos convirtiésemos en eternos
segundones, con todo lo que eso conlleva en cuánto a la dependencia de otros.
Así pues podemos decir que nos encontramos en una
encrucijada como ya pronosticaba Miguel Elena hace años: Renovarse o morir. En
nuestro caso volver a los orígenes más primitivos en dónde en algún momento
fuimos también referencia en la fase crítica del proceso productivo.
De entre todo este panorama hay un hilo de esperanza:
el consumo de corcho sobre todo en mercados emergentes está repuntado y eso es
muy buen síntoma. Esto no sorprende porque bien sabemos que el uso de este
notable material ha acompañado a la historia de la humanidad desde siempre.
Otra cuestión bien distinta es qué es lo que le va a suceder al sector corchero
sanvicenteño a corto plazo.
Es hora que todas las partes interesadas tomen cartas
en el asunto, empezando por las propias empresas pero también por las
administraciones tanto locales como regionales, porque esto es una cuestión de
interés general ya que de lo que estamos hablando es de la supervivencia de un
modo de vida en su conjunto. Alternativas para acometer esta empresa existen,
además con antecedentes en otros países como es el caso de Italia, y pueden ser
factibles además desde una perspectiva solidaria de la que se adolece en estos
tiempos que corren.
Por suerte la solución está en nuestras manos al
contrario de otros casos que sufrieron un exterminio dirigido por los caprichos
del mercado. Miremos por ejemplo el caso
de la lana salmantina.
Ignacio Morgado en su libro define consciencia como la capacidad que tiene
la mente para darse cuenta de lo que nos pasa. Yo creo que la dosis de realidad
la llevamos viendo desde un tiempo para acá. Ahora de lo que se trata es que
queramos asumir en que punto estamos y que definitivamente adquiramos esa consciencia corchera que quizás nos
falte.
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