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viernes, 4 de octubre de 2013

“Una revisión muy personal de camino de servidumbre, de F. Hayek”





Por fin acabé de degustar uno de los libros que tenía apuntado en mi cabecera a propósito de esta viaje intelectual que llevo realizando desde hace algunos  meses, y con el que pretendo resolver y apuntalar algunas de las cuestiones que más me preocupan sobre el tema ideológico.
Además del matiz práctico que busco con ello, muy en la línea de la necesidad de encontrar argumentos para la base de  un nuevo libro que comenzaré a escribir cuándo mis obligaciones me dejen, este examen de conciencia me está permitiendo poner bajo un juicio crítico bastante riguroso, además en base a un estudio muy personal y aséptico en todo su conjunto, qué hay de verdad en todo lo que se vierte por ahí con respecto a las etiquetas que existen sobre la filosofía del pensamiento ideológico en cuestiones socioeconómicas.
Reconozco que yo mismo he venido sufrido de este mal durante mucho tiempo pero felizmente para mi conciencia creo que me he curado por completo. Al menos así me siento. 

Friedrich Hayek. Autor: Mises.


Por tanto, antes de comenzar con mi análisis de uno de los libros más significativos de la primera mitad del siglo XX, me gustaría invitar a todo aquel que pierda parte de su tiempo leyendo estas palabras a que realice este ejercicio que implica el buscar DIRECTAMENTE en las fuentes aquello de lo que se nos dice se hizo y dijo en nombre de alguien que no está presente para defender sus palabras, y que además dada su repercusión crearon escuela en su mayor expresión del término.
Realmente este espíritu crítico que llevo dentro se lo debo a mi padre quien desde siempre me ha aconsejado en esa dirección. Recuerdo sus palabras a propósito de la obra de Niestzche  defendiendo la honestidad de su trabajo y por tanto alejándola de la leyenda social sobre sus implicaciones en la ideología nacionalsocialista.
Realmente uno debe buscar en el análisis objetivo sus propias opiniones y convicciones, que deben ser individuales para de esta manera hacer las mismas genuinas.
Escribiendo todo esto me doy cuenta que de forma indirecta realmente comparto muchos de los principios que el profesor Hayek nos descubre en su magna obra, sobre todo aquello que tiene que ver con la necesidad de preservar la libertad individual de manera general, incluida en el pensamiento.

Se trata de un libro crítico en su esencia sobre la planificación estatal de todas las cuestiones y que tienen que ver con la vida de sus ciudadanos, todo ello bajo las directrices que marca la economía.
A pesar de que desde siempre este trabajo ha sido uno de  los argumentos intelectuales que muchos falsos liberales y conservadores han utilizado para defenestrar al socialismo en su conjunto, realmente si uno analiza todo lo que en el libro se dice, se da cuenta que dichos aspectos que Hayek preconizaba en la primera mitad de la década de los años cuarenta del siglo XX son de aplicación general independientemente de las siglas y etiquetas de los que dirigen nuestros designios.
Uno puede llegar a esta conclusión si en la lectura del libro emplea unas lentes de realismo contemporáneo, de tal forma que pueda ir comparando lo que se escribió en su día de lo que realmente pasa, al menos en nuestro entorno más cercano.
Lo más curioso de todo es que quienes caen en los errores planificativos de los que Hayek nos habla son realmente hijos bastardos de su doctrina tal como ellos mismos dicen.
Nada más lejos de la realidad al menos en los aspectos más comprometidos. Es cierto que si uno lee referencias sobre la vida del autor, se encuentra que realmente se le atribuye responsabilidad plena en cuánto a los planteamientos que dieron forma al neoliberalismo, pero francamente yo no  encuentro esa reminiscencia en camino de servidumbre.
Por ejemplo, en ningún momento en los argumentos del libro (todo esto desde mi perspectiva), incluso para un hipotético estado utópicamente liberal como el laissez faire debe de  dejar de existir responsabilidad del “Leviatán” en la toma de decisiones para cuestiones como el estado del bienestar. Hayek reconoce que esto es necesario.
Obviamente hay cuestiones “muy atrevidas” que no comparto con el autor como es el hecho del libremercado gobernado por una mano invisible tal y como decía Adam Smith, o el valor que se le da al dinero como herramienta para trazar nuestras oportunidades.
Un tema especialmente discrepante es el asunto de la competencia y como lo aborda. Hayek dispone de una visión muy darwiniana de la importancia de esta fuerza  como motor necesario que mueva el desarrollo de nuestro tiempo, y es cierto que en el mundo vivo es lo que hacen que las especies animales progresen gracias a la selección natural, pero si realmente el hombre, ese individuo que tanto venera Hayek y tantos otros,  dispone de ese factor diferencial que le hace ser la especie dominante, las cuestiones que aplican al resto del mundo vivo en nuestro caso deben ser tratadas de manera diferente.
Esto lo digo desde la convicción que me da mi formación académica, lo cuál no deja de ser paradójico aunque yo me considero más humanista que biólogo.

En mi opinión sólo sería posible el uso de una competencia con fines positivos si todos los individuos partiésemos del mismo punto, y que fuese esa necesidad de progresión individual la que nos permitiese prosperar. Obviamente dicha competencia debe quedar libre de cualquier riesgo de compromiso en aspectos referidos a la existencia como individuos.

Para adquirir las herramientas competitivas pienso que es preciso de hacer uso de la educación, y en Hajek no veo tan claro este aspecto como en el caso de Alfred Marshall, por ejemplo..

De nuestro comportamiento como individuos comenzamos a aprender muchas cosas sobre todo en los últimos años y precisamente a ello me remito para argumentar mi visión sobre el hecho de que la educación es lo que permite modular nuestras conductas, y si queremos adquirir esa fuerza competitiva que a veces no disponemos desde el acervo génico, esta es la manera de paliar dicha deficiencia.

Por todo ello, plantear hoy en día la libre competencia no deja de ser per se una ventaja competitiva para aquellos que dominan el sistema de mercado, y en ello se escudan sus defensores, que obviamente son los  que ostentan la supremacía en base al poder económico.

Si tuviera que mencionar dos capítulos especialmente relevantes elegiría el referido al estado de derecho, en dónde claramente ataca nuestro modelo legislativo de encasillamiento que literalmente secuestra el criterio del que debe hacer valer la ley, y también en el que analiza las virtudes y defectos de la unión supranacional. Este último apartado me parece totalmente visionario ya que en él describe la actual unión europea (no olvidemos, el libro está escrito en la década de 1940). Mención especial merece su visión sobre el estado federal al que le otorga la etiqueta de la solución menos mala para soportar un estado liberal según su concepto.

En resumidas cuentas, el libro es muy recomendable y al menos en lo que a mi respecta, me ha ayudado a reafirmarme en muchas de mis convicciones y a incorporar otras nuevas.





 



 




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